Las excavaciones en el Ras Siyagha han sacado a la luz, además de seis tumbas, un pequeño edificio preexistente en forma de cruz, quizá de origen precristiano: una especie de capilla sepulcral que en su interior presenta tres lados redondeados y un bello pavimento de mosaico. En el ábside central del siglo IV d.C. se insertó un synthronon (asiento sacerdotal) y se añadió un vestíbulo. En este último había una cruz entrelazada de mosaico. De acuerdo con una inscripción, se trata de una «fundación imperial, de la época de los presbíteros Alessio e Teófilo». Otra inscripción habla de una restauración llevada a cabo «en la época del muy honorable y devoto presbítero y abad Alessio».
En una capilla adyacente a la izquierda se colocó más tarde un baptisterio bizantino a un metro de profundidad. Un bellísimo mosaico con escenas pastoriles y de caza puede fecharse en el año 531 gracias a la larga inscripción que lo recorre de arriba abajo. En el texto se encomiendan al Señor no solo las autoridades como el «obispo Elías» sino también los mosaicistas «Soelos [= Saul] y Kaiomos y Elías y sus familias». En el siglo VI, la capilla original fue transformada en el presbiterio de una basílica, del que se conservan bien los sencillos mosaicos de las naves laterales, mientras que queda poco de la decoración musiva de la nave central. Son originales los capiteles, que presentan en sus cuatro ángulos formas que recuerdan ramos de mimosa. La antigua pila bautismal que existía en el lado izquierdo fue eliminada, dejando el suelo al nivel de la basílica y decorándolo con figuras geométricas de mosaico.
En el año 597 se construyó un nuevo baptisterio en el sur (derecha) de la basílica, es decir, por encima de la antigua capilla sepulcral. A comienzos del siglo VII se añadió al oeste la capilla de la Theotokos, la Madre de Dios. La iglesia, por tanto, teniendo también en cuenta los añadidos laterales, medía 30x37 metros. Bastante inusual, en la capilla mariana, es el mosaico (destruido por los iconoclastas) frente al ábside, encargado por el obispo Leoncio (603-608): se refiere claramente al pasaje de 2 Macabeos citado más arriba y muestra – entre dos gacelas, dos ramilletes de flores y dos toros – una imagen estilizada del templo de Jerusalén, o quizá la «gruta parecida a una casa» («el espacio en forma de caverna» en el texto CEE) encontrada por Jeremías en el Nebo. Se reconocen el fuego que sube del altar de los sacrificios y la mesa para la ofrenda de los panes dentro de un tabernáculo. La inscripción en griego remite al Salmo 51, 21: «Entonces inmolarán novillos sobre tu altar». La cita de este versículo tiene sentido si recordamos que sobre el altar de la capilla se celebraba el sacrificio de la Nueva Alianza, que completaba los antiguos. En tres de sus lados – exceptuando el frontal al este de la capilla original – la iglesia estaba rodeada por los edificios de un monasterio de notables proporciones (78 x 82 metros).
La iglesia puede identificarse con el «memorial de Moisés» que Egeria quería ir a visitar en el Nebo con un agotador desvío desde Jerusalén. La peregrina narra la existencia de «una iglesia no muy grande en la cima del monte Nabau» erigida en honor del sepulcro del Moisés. Pero tiene mucha dificultad para explicar el origen del edificio: queda el hecho de que, según la Biblia, «hasta el día de hoy nadie ha conocido el lugar» del sepulcro de Moisés (Dt 34,6).
Sin embargo, es comprensible que este elemento disuasorio no sea suficiente. Un texto apócrifo judío, La ascensión de Moisés, se esfuerza por llenar ese vacío. El tema volverá en el Nuevo Testamento, en la Carta de Judas (no el Iscariote), que describe la batalla sostenida por el arcángel Miguel para conseguir los restos del gran líder de los israelitas: Cuando el arcángel Miguel, en conflicto con el diablo, discutía para obtener el cuerpo de Moisés, no se atrevió a acusarle con palabras ofensivas, sino que dijo: «El Señor te reprima» (Jds 9).
Según el biógrafo de Pietro Iberico, que estuvo en esta zona en torno al año 430, el lugar de la sepultura en el monte Nebo fue encontrado gracias a un pastor que, como consecuencia de una visión, llegó a una gruta perfumada y resplandeciente: allí yacía Moisés como un respetable anciano, con el rostro luminoso, sobre un lecho que brillaba de gracia y de gloria.
Cuando después los habitantes del lugar construyeron la iglesia, el profeta y dador de la Ley demostró toda «su bondad y fuerza a través de signos, milagros y curaciones que desde entonces se suceden sin interrupción». Por ello, en época cristiana el lugar se convirtió en destino preferido de peregrinaciones. El peregrino alemán Thietmar habría llegado hasta aquí aún en 1217.
En 1932 los franciscanos lograron adquirir la propiedad de la cumbre del Ras Siyagha y en 1935 también del Khirbat al-Mukhayyat. Dado que no se tenía información precisa sobre cuáles eran el Nebo y el Pisga, la Custodia de Tierra Santa decidió adquirir ambos. Esta increíble transición de tierras beduinas en manos de extranjeros fue posible solo gracias al fraile Gerolamo Mihaic, un franciscano croata que se encontraba en Jericó y que había conquistado las simpatías del entonces emir – después rey – Abdalá I, gracias a su alegría contagiosa y a los productos de su huerto (¡se cuenta que una vez incluso le confió la vigilancia del harén!). Fueron los arqueólogos franciscanos Sylvester Saller y Bellarmino Bagatti, del Studium Biblicum Franciscanum, quienes llevaron a cabo las primeras excavaciones en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Las investigaciones sobre el Nebo fueron desarrolladas después por el padre Michele Piccirillo entre 1976 y 2008, año de su muerte.
En la Biblia se menciona el monte Pisga en dos contextos distintos. En el primer caso, el rey moabita Balac intenta por tres veces convencer al vidente Balaán de que maldiga a los israelitas, pero cada vez obtiene el efecto contrario. El segundo intento tiene precisamente el Pisga como escenario:
Dijo Balac a Balaán: «¿Qué me has hecho? ¡Te he traído para maldecir a mis enemigos y los has colmado de bendiciones!». Le respondió: «¿Es que no debo tener cuidado de comunicar todo lo que el Señor me pone en la boca?». Le respondió Balac: «Ven conmigo a otro sitio, para que lo veas desde allí; solo verás una punta, no el pueblo entero. Maldícemelo desde allí». Y lo llevó al Campo de Zofín, hacia la cumbre del Pisga. Construyó siete altares y ofreció en holocausto un novillo y un carnero en cada altar. Balaán dijo a Balac: «Quédate aquí, junto a tus holocaustos, mientras yo acudo a la cita». El Señor salió al encuentro de Balaán, puso una palabra en su boca y le dijo: «Vuelve donde está Balac y dile esto». Volvió donde estaba él y lo encontró de pie aún junto a sus holocaustos, con los jefes de Moab. Balac le preguntó: «¿Qué ha dicho el Señor?». Él entonó sus versos diciendo: «Levántate, Balac, y escucha, préstame oído, hijo de Sipor. No es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás. ¿Puede él decir y no hacer, hablar y no mantenerlo? Me ha tocado bendecir; bendeciré y no me retractaré. No ha encontrado maldad en Jacob, ni ha descubierto infortunio en Israel. El Señor su Dios está con él, y en él se oye proclamar a un rey. Dios lo sacó de Egipto, fue para él como cuernos de búfalo. No hay presagio contra Jacob, ni conjuro contra Israel. A su tiempo se dirá a Jacob y a Israel lo que ha hecho Dios (Num 23,11-23).
Por el contrario, no se han identificado los otros dos puntos en los que Balac intentó obligar a Balaán a lanzar una maldición sobre Israel: «Quiriat Jusot» (Num 22,39) y la «cumbre del Peor» (Num 23,28). Sin embargo, es interesante el hecho de que el Pisga sea definido como «campo del explorador» (la versión CEE no traduce el término sino que escribe «campo de Zofín»), que corresponde a su conformación natural sobresaliente a modo de balcón. Pero el Pisga juega un papel mucho más importante en el segundo contexto en que se menciona en la Biblia. Moisés, de hecho, no podrá pisar la Tierra Prometida, solo podrá contemplarla desde allí.
Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés: «Sube a esa montaña de los Abarín, al monte Nebo, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo voy a dar en propiedad a los hijos de Israel. Después morirás en el monte y te reunirás con los tuyos, lo mismo que tu hermano Aarón murió en el monte Hor y se reunió con los suyos. Por haberme sido infieles en medio de los hijos de Israel, en la fuente de Meribá, en Cadés, en el desierto de Sin, y por no haber reconocido mi santidad en medio de los hijos de Israel, por eso verás de lejos la tierra, pero no entrarás en la tierra que voy a dar a los hijos de Israel». (Dt 32,48-52).
En el momento de la ejecución de esta orden divina, es el mismo texto el que ofrece una aclaración respecto al monte Pisga:
Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neftalí, el territorio de Efraín y de Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar; y le dijo: «Esta es la tierra que prometí con juramento a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciéndoles: “Se la daré a tu descendencia”. Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella». Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en el territorio de Moab, como había dispuesto el Señor. Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Peor; y hasta el día de hoy nadie ha conocido el lugar de su tumba. (Dt 34,1-6).
El Nebo/Pisga, aunque no es mencionado explícitamente, volverá a la escena en el segundo libro de los Macabeos. En una carta enviada a los hebreos que vivían en Egipto, los habitantes de Jerusalén recuerdan un texto perdido en el que estaba escrito que el profeta Jeremías, antes de la destrucción del Templo de Salomón a manos de los babilonios, había escondido en el monte Nebo la tienda sagrada, el Arca de la Alianza y el altar del incienso:
Se decía también en el escrito cómo el profeta, avisado por un oráculo, mandó llevar consigo la Tienda y el Arca; y que salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios. Y cuando Jeremías llegó, encontró una estancia en forma de cueva; metió allí la Tienda, el Arca y el Altar del incienso, y tapó la entrada. Algunos de sus acompañantes volvieron para marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo. En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: «Este lugar quedará desconocido hasta que Dios reúna a la comunidad del pueblo y se vuelva propicio. Entonces el Señor mostrará todo esto y se verá la Gloria del Señor y la Nube, como aparecía en tiempo de Moisés, y cuando Salomón rogó que el lugar fuera solemnemente consagrado» (2Mac 2,4-8).
La vista panorámica del monte Pisga revela la Tierra Prometida, como hizo con Moisés: desde el Mar Muerto, a través del Herodión, Belén y Jerusalén (a 46 km de distancia en línea recta), hasta la cima puntiaguda del Alexandreion y Jericó. De noche se ve brillar las luces de las ciudades.
El sitio, con la nueva basílica y las ruinas del vasto monasterio bizantino, está al cuidado de la Custodia de Tierra Santa.
Pasada la entrada, una placa conmemorativa de seis metros de alto recuerda la visita de Juan Pablo II a Tierra Santa en 2000. En la parte frontal, en latín, se lee: «Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos» (Ef 4,6). En el lado norte, a la derecha, están representados los profetas del Antiguo Testamento, que veían el futuro, pero de manera todavía velada (cfr. 1Pe 1,10-12).
En la parte posterior está escrito en árabe: «Dios es amor», que es «la invitación del cielo y el mensaje de los profetas». Finalmente, en el lado sur, a la izquierda, se lee de nuevo (esta vez en griego): «Dios es amor» (1Jn 4,8). Más arriba está colocado el emblema de la Custodia de Tierra Santa.
En el pequeño museo se exponen, además de maquetas y paneles ilustrativos, algunos hallazgos menores – sobre todo cerámica – y dos piedras miliares de la vía romana que llevaba de Hesbón a Livias (hoy Tell ar-Rame en las inmediaciones del lugar del bautismo en el Jordán), rodeando el Nebo por el norte. La columna central, en un grupo de tres, está realizada en un valioso mármol blanco y negro procedente de una cantera imperial, y fue probablemente regalo del emperador (¿Constantino?) a la comunidad cristiana local. En la basílica bizantina se han encontrado mosaicos en tres estratos, a veces incluso cuatro, que cubren por completo una superficie de 700 m2. Se han asegurado y separado; ahora casi todos están expuestos en el interior de la nueva basílica.
La nueva basílica
A partir de 1963 comenzó a reestructurarse la basílica, al principio solo con el objetivo de cubrir los restos del memorial dedicado a Moisés, y después (desde 2008) de forma que sirviera al mismo tiempo de santuario, museo y protección para las antigüedades.
Las obras, completadas en 2016, se retrasaron primero por la repentina desaparición del arqueólogo y jefe de obra Michele Piccirillo, y después por el desarrollo de nuevas técnicas de conservación, o más bien, por el redescubrimiento de la antigua técnica del mosaico. De hecho, se ha demostrado que los métodos de fijación de las teselas con cemento utilizadas en los años 60 y 70 a largo plazo dañan la obra, mientras que el método de mortero de yeso lleva más tiempo, pero es más duradero.
La nueva iglesia es más grande que la anterior bizantina, ya que comprende también espacios anexos y capillas laterales. No obstante, el inusual presbiterio de tres ábsides en forma de trébol, corresponde al original. En la capa de piedra inferior (la original) se observa que los elementos arquitectónicos habían reutilizado materiales de un edificio anterior, por ejemplo, una base de columna que ahora está colocada boca abajo. Lamentablemente, no sabemos casi nada de esta estructura original, sobre todo porque los hallazgos de esa época son muy raros. Podría tratarse de una construcción pagana, pero también de un memorial hebreo o samaritano en honor de Moisés. De hecho, se han encontrado restos de una inscripción samaritana, pero casi incomprensible, conservados actualmente en Jerusalén, en el museo del Studium Biblicum Franciscanum.
Las vidrieras del ábside, que se remontan a la primera versión “de fortuna” de la iglesia, muestran a la izquierda a Moisés y Aarón con el agua que brota de la roca (Ex 17,1-6); en el centro, Moisés que intercede por el pueblo, sostenido por Aarón y Jur (Ex 17,8-13); a la derecha la muerte de Moisés aquí, en el monte Nebo.
En la nave central, durante las obras se llevó a cabo un importante descubrimiento por casualidad: una tumba que no se había utilizado nunca, ya que era poco profunda y no mostraba ninguna huella de inhumaciones. Para esta tumba se había reutilizado alabastro de un monumento más antiguo (¿herodiano?). Es casi seguro que se había encontrado el “sepulcro de Moisés” descrito por la peregrina Egeria:
En esta iglesia, donde se alza el ambón, observé una zona un poco elevada, con las dimensiones aproximadas de una tumba. Pregunté a esos santos hombres de qué se trataba y me contestaron: «Aquí fue depositado el santo Moisés por los ángeles. Dado que, como está escrito [Dt 34,6], nadie sabe dónde se encuentra la tumba, entonces han sido seguramente los ángeles».
Para reorganizar los mosaicos se siguió este criterio: de las diferentes capas musivas, la parte mejor conservada o más ricamente decorada se recolocó en su lugar original. Los otros mosaicos se colgaron en las paredes, en el punto más cercano posible. De este modo, casi todas las obras, pertenecientes a las diferentes fases de la historia del edificio, han encontrado un sitio en la nueva basílica.
La escultura moderna
La escultura moderna que se ve en la explanada delante de la iglesia fue realizada en 1983-84 por el florentino Gian Paolo Fantoni: la serpiente de bronce alzada por Moisés en el desierto está enroscada a un asta torneada en forma de cruz. El artista pone en relación la historia veterotestamentaria con la cristología, como hizo el evangelista Juan. En realidad, no está claro donde se alzó la serpiente de bronce durante el Éxodo, ni tampoco la proximidad al monte Hor ayuda a resolver el enigma.
Desde el monte Hor se encaminaron hacia el mar de Suf, rodeando el territorio de Edón. El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia». El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes». Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: «Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla». Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida. (Nm 21,4-9).
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna (Jn 3,14-15).
La ciudad de Nebo se identifica hoy con la cumbre del Khirbat al-Mukhayyat, en árabe “ruinas del campamento”, a dos kilómetros de Ras Siyagha. Los sepulcros presentes en los bordes de la colina se remontan en el tiempo hasta el segundo milenio a.C. En la Biblia, Nebo, habitada por criadores de ganado (Nm 32,1-4.37-38), figura entre las ciudades destinadas a la tribu de Rubén. Se han identificado edificios de la época herodiana. En la época del obispo Eusebio (principios del siglo IV), Nebo era una aldea abandonada, que solo renacería en el siglo V. Parece que en el siglo VI incluso reinaba el bienestar.
En los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, se encontraron aquí cuatro iglesias.
Una es la de los santos Lot y Procopio, para cuya conservación se construyó un edificio de piedra que cubre las ruinas. Del culto «lector» (profesor) Procopio de Scitopoli (Bet Shean) sabemos – por San Eusebio – que fue decapitado en Cesarea en el 303: la primera víctima de las persecuciones de Diocleciano. El mosaico de la pequeña iglesia (de aproximadamente 16 x 8,5 metros), uno de los más vibrantes y mejor conservados de toda la Tierra Santa, se encontró ya en 1913 durante las obras de construcción de una casa. En veinte medallones diseñados con enredaderas, se describe en detalle la vida de la zona: caza, pastoreo, viticucltura. La parte más interior (en el oeste) del mosaico muestra árboles frutales, liebres, ciervos, pero también el altar de los holocaustos de Jerusalén con dos toros y el versículo del Salmo 51,21: «Entonces inmolarán novillos sobre tu altar», como en la capilla de la Madre de Dios en el Monte Nebo.
En 1935 se descubrió en la cima de la colina la pequeña iglesia de San Jorge, de tres naves (12 x 12,5 metros). Construida durante el episcopado de Elías en el año 536, estaba incluida en el interior de un complejo monástico y tenía una cisterna situada bajo el presbiterio. Se conserva bien el pavimento de mosaico.
En el este, en las laderas del Wadi Afrit (desde la entrada de la zona arqueológica, mirando hacia la izquierda abajo), se ha sacado a la luz la llamada “iglesia de Amos y Kasiseos”. No se sabe a quién estaba dedicada; el nombre es el de los fundadores, indicados en los asientos del coro que se reutilizaron en una casa privada árabe. Esta debe ser la iglesia más antigua de la zona. En su lado norte se alzaba una estancia con dos suelos de mosaico superpuestos. Los temas son, de nuevo, caza, pastoreo y vida campesina. En la actualidad ya no es visible la figura femenina que simbolizaba la Tierra, pero aún se lee bien la inscripción en el tímpano, entre pavos reales, gallos y cuatro grandes columnas. «Para la salvación y por donación de tus siervos Sergio, Esteban y Procopio, Porfiria, Roma y María, y el monje Julián». El mosaico es obra de los mismos artistas que trabajaron en la iglesia de los santos Lot y Procopio. El mosaico subyacente, descubierto en 1985, pertenecía a una capilla más pequeña, fundada casi un siglo antes (segunda mitad del siglo V) por el «diácono Kaiumos», en tiempos del «obispo Fido». Este mosaico, uno de los más antiguos, ya demuestra la habilidad de sus ejecutores.
En las laderas de la colina en el lado opuesto del Wadi Afrit se extrajo de la tierra un pequeño monasterio compuesto por una capilla (9 x 12 metros) y tres salas anexas. La población árabe local ya conocía los restos en el pasado, que simplemente llamaba al-Kanissa, “la iglesia”. Del pavimento de mosaico de la capilla se salvó solo un trozo frente al altar: representa un jarrón del que sale una vid con dos ramas de diferente color.
El monasterio de la Madre de Dios
Hay que destacar el monasterio de la Madre de Dios que se eleva sobre una cresta meridional del monte Nebo, al este de la fuente llamada Ain al-Kanisa (“fuente de la iglesia”) por los beduinos. También este otro sitio fue identificado por Saller y Bagatti en los años 30 del siglo XX, aunque después las excavaciones fueron llevadas a cabo en los años 90. Tanto el patio – que cubría una cisterna – como la iglesia estaban decorados con mosaicos: en el altar, decoraciones en forma de concha; en la nave, de nuevo medallones rodeados de enredaderas, con flores, frutos y animales, después destrozados por los iconoclastas. El hallazgo más importante, sin embargo, son las inscripciones en la parte alta y el fondo del tapiz de mosaico historiado, que permiten distinguir dos fases históricas.
En los primeros siglos cristianos muchos monjes habitaron aquí, reviviendo interiormente la paradoja de que Moisés pudo ver la Tierra Prometida solo de lejos, sin llegar a ella. Esta presencia cristiana siguió siendo significativa mientras el área estuvo bajo el dominio bizantino, manteniéndose incluso hasta la época en que la sede política del califato de Damasco fue trasladada a Bagdad.